sábado, 8 de octubre de 2016

DE LA CULTURA Y LA CIENCIA . I: Punto de partida

DE LA CULTURA Y LA CIENCIA (I: Punto de partida)
La sociedad toma conciencia de la necesidad de institucionalizar la cultura y abrirla a todos los ciudadanos a través de las ideas que sirven de base a la conocida como “Revolución Francesa” (1789). La siembra la efectúan los “Enciclopedistas”, como es bien sabido. 
Eso no significa que antes no existiera preocupación por dotar a los ciudadanos (a algunos ciudadanos) de los elementos culturales necesarios para participar en el gobierno de la sociedad a través del conocimiento cultural. Ejemplos como el sistema de pruebas en la administración china o la propia creación de los colegios catedralicios o lo noviciados, más la creación de las universidades (primero dentro de la cultura árabe y después en la cristiana) son ejemplos más que suficientes para demostrar que la sociedad se preocupaba por dar continuidad a su identidad cultural (a su forma de interpretar el mundo y las relaciones del ser humano con ese mundo). Y eso sin analizar el aprendizaje de oficios y su sistema de grados o la tradición de los monasterios, por más que éstos se preocuparan más de “almacenar” el conocimiento que de divulgarlo.
Todo ello nos viene a demostrar que el tema de la transmisión cultural es una constante en los colectivos humanos, aunque algunas veces más como deseo que como realidad (todos hablan de su importancia pero son pocos los que se ponen en la tarea). Tanto es así que al analizar las acciones “civiles” (no religiosas) solo nos encontremos con los ejemplos de la “Escuela Palatina” de Carlomagno y de la “Escuela de Traductores de Toledo” como ejemplos relevantes y dignos de mención.
Más tarde, Insignes personajes como Rousseau, Montessori, Manjón, Cosio, Decroly, Makarenco, Dewey, Illich y un innumerable elenco de autores de muy distinta procedencia geográfica y posturas ideológicas, a veces difícilmente conciliables, pero complementarias, han ido aportando ideas con el fin de entender y explicar el fenómeno educativo desde planteamientos ideológicos, teóricos –científicos- y prácticos. 

Las concreciones en la acción real (práctica) han perfilado a lo largo de los siglos nuestra situación actual. La Ley Condorcet en el país vecino, cuyos principios  (tomados todos ellos de la “Revolución Francesa”) se trasladaron a España a través de la conocida como “Ley Moyano”, que se erige en el primer exponente de esa preocupación estatal por la Educación. 
Desde la aparición de esa Ley (1857) hasta el día de hoy ha llovido y mucho han cambiado las cosas por el impulso social, más que por las propias disposiciones legales. Ha sido el avance del conocimiento sociológico, psicológico, biomédico, y pedagógico - fundamentalmente-, y la mejora de las condiciones sociales, familiares y personales, al menos en nuestro entorno occidental, las que han ido “empujando” los cambios que no han puesto en la situación en la que estamos. 
No obstante, en educación, por el componente utópico y idealista implícito en su esencia, todo es susceptible de mejora: el propio conocimiento pedagógico teórico (incompleto y provisorio) la estructuración de los sistemas educativos, las condiciones físicas de las instituciones, la ordenación de los planes de estudios, la formación del profesorado, la atención a alumnos con necesidades educativas especiales, la formación profesional, la multivariedad metódica, las técnicas e instrumentos de evaluación, los materiales curriculares, los diseños de investigación, el uso de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, el sistema de becas, las facilidades de acceso a estudios superiores, la descentralización del sistema educativo, la organización de los centros. De este modo, las cosas nunca se podrán considerar ni fijas ni axiomáticas en los sistemas de enseñanza, aunque los cambios necesiten de la investigación y de la evaluación como argumento y no con elementos “viscerales” o simplemente ideológicos (que siempre están presentes en la educación, por otra parte). 

Hemos de asumir que cualquier hecho social es producto de una variada gama de interferencias de muy distinto orden (personales, sociales, culturales, familiares, económicas, grupales, etc.), entrelazadas y concatenadas de forma bastante imprecisa e indeterminada y que confluyen en un determinado tiempo, espacio y circunstancias. Además, resulta que las personas implicadas reaccionan y le otorgan sentido no sólo por hecho en sí, sino por la impresión y el significado que cada una de ellas le otorga. Esto hace que cada persona posea una visión diferenciada tanto de ella misma como de cuanto le rodea. No obstante, pueden encontrarse unos patrones o unas pautas de comportamientos no totalmente generalizables, ni predecibles que sí que confieren unas determinadas notas características a esos hechos y a esas personas. Dichos patrones tienen su fundamento y su explicación en la proyección que sobre el o los individuos ejercen dos componentes muy interrelacionados: la sociedad y la cultura 
Para ello vamos a partir de un sencillo esquem

Cuadro nº 1: Relaciones Sociedad- Educación 

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