viernes, 18 de noviembre de 2016

LA CAPACITACIÓN DEL PROFESORADO

LLA CAPACITACIÓN DEL PROFESORADO

Es cierto que el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) no es igual en todos los casos. Nos referimos a que, según su aplicación en el aula o su valor en el proceso de formación, pueden darse varios niveles de complejidad y riqueza en función de la importancia que estos elementos adquieran como medios didácticos. Así, el profesor puede utilizar, por ejemplo, el correo electrónico para tutorizar a sus alumnos y ejercer su práctica de manera tradicional; otro puede compatibilizar la presencialidad con el trabajo autónomo y cooperativo del alumno fuera de clase o, sencillamente, realizar un curso totalmente a distancia. Se plantean estos niveles de uso con las correspondientes modalidades que se derivan:
  • De apoyo a la enseñanza presencial. Nos referimos aquí a cursos que basan su proceso de enseñanza en la presencialidad y que utilizan las TIC como una herramienta de apoyo a la actividad docente.
  • De apoyo a la enseñanza semipresencial. Aquí la presencialidad y el trabajo a distancia se complementan. El alumno dispone de material en la red para el trabajo autónomo, al mismo tiempo que clases con el profesor para dirigir y guiar los objetivos de la materia.
  • Como mediador del proceso de enseñaza presencial-virtual. Esta modalidad se caracteriza por aprovechar el potencial de la telemática desde el punto de vista del docente y del alumno.
El trabajo del profesor es el resultado del proceso evolutivo en el que podemos distinguir varias etapas, que van desde la utilización del material impreso (textos y manuales), la docencia basada en material analógico (televisión, vídeos, etc) o el uso de la tecnología digital a través de Internet u otros canales de distribución. Esta última etapa, cuando el potencial de Internet se ofrece como herramienta docente, podemos analizarla desde diversas perspectivas:
  • Como complemento a la docencia presencial, mediante el desarrollo de webs que contengan materiales de trabajo útiles para los alumnos.
  • Como soporte de la gestión, mediante herramientas que faciliten las tareas tanto docentes (tutorías, sesiones de discusión, exámenes) como administrativas (listas de admitidos, programas docentes, calificaciones).
  • Como aula virtual efectiva, llegando a crear en la red una infraestructura capaz de integrar todos los elementos docentes habitualmente empleados en la formación.
Implantar este tipo de formación supone riesgos, tanto desde el punto de vista organizativo, como didáctico. En un proceso de aprendizaje el medio tecnológico elegido ‘no tiene más impacto sobre el propio proceso que el tipo de camión sobre la calidad de los alimentos que trae al supermercado’; a pesar de eso, los fracasos en el uso de las tecnologías educativas proceden de:
  • Escasez de definición del marco institucional.
  • Ausencia de formación del personal. 
  • Falta de alianzas creativas de medios. Tal vez no se aprovechan las posibilidades que los recursos multimedia ofrecen  en su conjunto y globalidad (Cabero, Fandos, 2008)
Las posibles causas de ello vienen dadas por lo que Horton (2000) define como ‘riesgos y desventajas’ de esta modalidad de formación, entre las que destaca los siguientes aspectos:


  • La planificación y desarrollo de un curso mediante formación presencial-virtual requiere más esfuerzo que un curso presencial
  • Se requiere más esfuerzo por parte del profesor, ya que no se dirige al alumno promedio, sino que va a recibir dudas diferentes de diferentes alumnos. Requiere cambios en la metodología de trabajo, disciplina, regulación del tiempo.
  • La conversión de un curso presencial en virtual requiere tiempo y formación.
  • Se requiere más preparación y esfuerzo por parte del alumno.
  • Demanda un buen diseño instruccional y buenos materiales.
  • Existe el miedo de perder el contacto profesor y alumno, miedo a la impersonalidad.
  • Reticencia o negativa de los alumnos y riesgo al abandono.
Todas estas consideraciones deben tenerse en cuenta si quieren implantarse procesos de formación a través de la red, pues el aprendizaje electrónico no consiste solamente en navegar por Internet o en descargar material de formación en línea (Horton, 2000a), es algo más que eso.

De ahí que repercuta directamente en la formación del profesorado, que ha de ser consciente de que ha dejado de ser “el eje central del proceso en el sentido de que realmente se convertía en centro y vértice global de dicho proceso” (González Soto, 1999: 78). Para actuar en pro de lo anterior, el profesor ha de tener presente una serie de recomendaciones:
  • Ha de ser un especialista en la creación de entornos de aprendizaje “apoyados” en las nuevas tecnologías. Para ello, es necesario dominar aspectos como la planificación y diseño instruccional, la comunicación interpersonal, las técnicas de retroalimentación, las estrategias de aprendizaje, el conocimiento de la tecnología, la motivación, estilos de aprendizaje personales, ... (González Soto, 1999: 75)
  • Es especialmente importante que el profesor sea un dinamizador del proceso formativo del alumno (rol organizativo, rol social y rol intelectual) 

Las universidades deben poner sobre la mesa las herramientas básicas para que el profesorado adquiera esas nuevas competencias. Hablamos en este caso de proporcionar espacios de investigación y reflexión, revisar los planes de formación inicial del profesorado y rediseñar la orientación de su formación permanente. 

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