viernes, 5 de agosto de 2016

OPINIÓN


Si nos acercamos al Diccionario de la RAE, nos encontramos con dos acepciones de este término:

1. f. Juicio o valoración que se forma una persona respecto de algo o de alguien.
2. f. Fama o concepto en que se tiene a alguien o algo.

La opinión forma parte de eso que llamamos elenco de derechos de los ciudadanos, en el sentido de que, como parece lógico, TODOS tenemos derecho a tener nuestra OPINIÓN sobre nosotros, los demás o lo que sea.

Ahora bien, creer que por tener la libertad de opinar ya contamos con una verdad válida por sí misma, es falso. Si eso ocurre es que algo falla en el concepto que tenemos de nosotros mismos y en la valoración que hacemos del conocimiento y del mundo, la vida y sus componentes. 

Andar por el mundo teniendo como bagaje nuestra sola opinión es andar perdido y, lo que es peor, es inhabilitarnos para vivir en democracia.

Y es que la opinión de cada uno afecta a los demás, más aún cuando eso se da en aquellas personas investidas de cierto poder o de autoridad (no olvidemos que ambas cosas son delegadas por los ciudadanos). Entonces, no sólo se hace mal uso de la opinión, sino que con ese hecho se destroza el concepto de PODER, DE AUTORIDAD y de REPRESENTATIVIDAD.

Aún peor, con esa postura se invaden aspectos que son derechos individuales y  que los ciudadanos hemos conquistado con mucho esfuerzo y no poca sangre a lo largo de la historia.


Y nadie, nadie en absoluto puede privarnos de aquello que, de no tenerlo, nos lleve al borreguismo o a la más nefasta de las esclavitudes.

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