domingo, 18 de septiembre de 2016

EL APRENDIZAJE ELECTRÓNICO COMO CONTEXTO EN LA FORMACIÓN

1. PLANTEAMIENTO
En otro lugar dejé anotado que:

 “hoy nadie puede negar la importancia de lo que se ha dado en llamar "aprendizaje a lo largo de toda la vida" ni el papel decisivo que juegan las Tecnologías de la Información y de la Comunicación como soporte de ese aprendizaje. Vivimos en un mundo en continua transformación, en el que no hay que ser más fuerte para sobrevivir, sino más capaz de adaptarse, de cambiar, de adecuarse a las nuevas circunstancias y a las nuevas formas de conocer y expresarse”.

La sociedad actual ha establecido que los conocimientos tengan fecha de caducidad y no sólo por la incidencia de Internet o por esnobismo, sino porque dependemos de la tecnología para todo, para fabricar productos, para viajar, para cuidar la salud, para comunicarnos, para el ocio, para la ciencia, etc. En ese escenario parece fuera de toda dura que la presencia y relevancia de las Tecnologías de la Información y la Comunicación no sólo van a aumentar, sino que van a seguir impregnando todas las esferas vitales (a ese respecto se dice, por ejemplo, que el 80% de las tecnologías actuales estarán obsoletas en los próximos 10 años o que a lo largo de nuestra vida laboral, desempeñaremos hasta 12 trabajos distintos).


En este sentido que decimos hay que insistir en que la formación no puede consistir solamente en aprobar asignaturas, tal y como se plantean en los centros educativos sino que se hace necesario integrar conocimientos experienciales y prácticas.

Y algo se está haciendo al respecto, hasta el punto de que asistimos a uno de los fenómenos con mayor y más rápido calado en la realidad formativa formal y  no formal, cual es la incorporación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación como mediadores “normales” en los proceso de enseñanza y, lo que es más importante, en los de aprendizaje.

2. NUDO

En una publicación titulada: La formación profesional en España. Hacia la sociedad del conocimiento, de la que es autor Oriol HOMS y que se puede conseguir por vía electrónica en la dirección http://www.laCaixa.es/ObraSocial, se ofrece un análisis del proceso de transición hacia un sistema de formación profesional moderno, concebido como vía de especialización, tanto de los jóvenes antes de incorporarse al mercado laboral (formación profesional inicial) como de los trabajadores activos o desempleados que necesiten actualizar sus conocimientos y habilidades (formación profesional para el empleo y en el empleo).

Esa obra identifica los siguientes puntos fuertes del sistema de formación profesional
  • El acceso a la formación profesional inicial requiere la obtención previa del Graduado en Educación Secundaria Obligatoria (ESO), que supone un nivel mínimo de entrada.
  • Las prácticas en empresas como contenido obligatorio han contribuido a mejorar la relación entre centros de formación y empresas, y a facilitar la inserción laboral de los jóvenes titulados en formación profesional.
  • Un número importante de jóvenes accede a los ciclos superiores de formación profesional, una parte de los cuales continúan sus estudios hasta la universidad. En el curso 2004-2005, el 8,3% de los estudiantes matriculados en la universidad procedían de estos ciclos superiores.
  • En los últimos años se ha producido una mayor incorporación de mujeres en la formación profesional inicial. Si en el curso 2000-2001 el 46% de los estudiantes matriculados eran mujeres, este porcentaje se elevó al 49% en el curso 2006-2007. En los ciclos superiores, el número de mujeres incluso supera, en términos absolutos, al número de hombres: en el curso 2007-2008 las mujeres han representado, frente a los hombres, el 51% de las matriculaciones.
  • La formación profesional para el empleo –aunque apareció de manera tardía y muy ligada a la entrada en la Comunidad Económica Europea y el acceso a sus fondos – ha evolucionado de manera muy rápida y hoy es homologable a los modelos europeos. En este tiempo se ha extendido el valor de la formación entre las empresas y los trabajadores, tanto ocupados como desempleados.

Por el contrario, en el estudio también se señalan algunos puntos débiles, entre los que destacan los siguientes:

  • España tiene uno de los peores indicadores de abandono prematuro del sistema educativo. En 2007, el 31% de los jóvenes entre 18 y 24 años no había conseguido obtener el Graduado de la ESO ni continuaba estudiando, cuando en el conjunto de la Unión Europea ese porcentaje sólo llegaba al 14,8%. Esto priva a la formación profesional inicial de un importante contingente de posibles candidatos para acceder a ella, a la vez que implica que durante años miles de jóvenes han abandonado el sistema educativo sin ninguna cualificación ni preparación para el mercado de trabajo.
  • El mercado de trabajo en España se caracteriza por unas altas tasas históricas de desempleo, cambios bruscos de ciclo económico y ciertas carencias en cuanto a la cualificación de los trabajadores. En concreto, mientras que en Europa, como promedio, el 49% de la población ocupada tiene una cualificación profesional intermedia, en España este porcentaje sólo alcanza el 23,1%. En contraste, los niveles bajos de cualificación resultan mucho más altos en España (42,4%) que en Europa (23,2%), así como también lo son los niveles superiores (34,5% frente a 27,8%).
  • Muchos trabajadores altamente cualificados trabajan en puestos por debajo de su cualificación, o incluso están inactivos o desempleados. El escaso número de personas cualificadas en el mercado de trabajo corresponde también a una débil demanda de cualificación por parte de las empresas, con lo cual se ha producido históricamente un proceso de mutua adaptación a la baja entre sistema formativo y sistema productivo. La especialización del trabajador se lleva a cabo en la propia empresa, pero en muchas ocasiones resulta muy específica y poco generalizable, cosa que perjudica la movilidad del trabajador en el mercado de trabajo.

Por consiguiente, la integración y articulación entre el subsistema de formación inicial y el de formación para la ocupación es complicada, por factores diversos pero que no es al caso comentar ahora, por más que la superación de las limitaciones con que contamos en estos momentos sea especialmente importante por la aparición de la denominada "sociedad del conocimiento", la integración en mercados globales y la transformación de los modelos productivos, que suponen nuevos desafíos. 
Uno de los medios para superar las distancias entre la realidad formativa y lo que debe ofrecerse hoy en el ámbito de la formación es, como hemos dejado apuntado más arriba, la incorporación de las Tecnologías de la Información y Comunicación en los procesos de preparación, para ello hay que adentrarse sin miedo en un nuevo territorio

3. DESENLACE
Ese territorio de llegada (esa nueva ÍTACA) exige algunos cambios, por ejemplo:
  • Pensar en que las personas han de aprender, no solamente que hay que enseñarlas
  • La formación no es un proceso regido sólo por los formadores
  • Los “formados” (si se permite la expresión) han de erigirse en el centro de su propia formación y en “creadores” de su conocimiento
  • La formación no puede quedarse o no puede ser sólo adquirir conocimientos
  • La comunicación es un elemento esencial en la vida y en la formación

También es necesario que la sociedad y los individuos cobremos consciencia de la importancia de la enseñanza y el aprendizaje electrónicos y superemos esa curiosa contradicción que asumimos, considerando, por una parte, que la informática es muy importante y, por otra, poniendo poco entusiasmo en la práctica, de tal modo que exista más rechazo que asunción de su potencial.
No hace mucho (24 de septiembre de 2007), el profesor Pedro Díaz Simal, Director del Grupo de Investigación e-learning en Ingeniería de la Universidad de Cantabria, exponía 6 motivos que, según él, explicaban esta aparente contradicción: valoración positiva y escaso entusiasmo práctico.

Lo que de verdad pone en valor el e-learning, no es reconocido como producto de aprendizaje, si aceptamos que el e-learning es un mecanismo de provisión de contenidos, tiene un gran competidor, un tal Gutemberg lo hizo hace años, y lo hizo muy bien.
Pero si la aportación del e-learning es la interacción personal, fue un tal Adán el que empezó la historia, y de eso hace aún más años. Buena parte de los profesionales que nos rodean en el ámbito educativo no reconocen que intercambiar ideas por escrito en un ámbito cooperativo es un mecanismo solvente de aprendizaje, ¡y algunos lo proponen en clase!, pero para la empresa. Esa tarea está reservada a la investigación, y en revistas indexadas.
  • La irregularidad de edades y de actitudes entre las personas que componen la Universidad, junto con la sensación de que la innovación actúa como una oleada que nos invade y desborda, pero luego pasa, ha dado pábulo a la aparición de un sector tecnoescéptico, donde cada uno busca su excusa, formando una sucesión de diques: hace quince años se objetaba a que el usuario se convirtiera en mecanógrafo, hace diez a los móviles, hace cinco años a la conexión en el puesto de trabajo, hoy a las wifi generalizadas; pero en esencia hay una actitud cultural de sujetos reticentes al cambio (que empezó con un tal Caín). 
  • Pero escarbando entre ellos encontramos un perfil interesante, las TIC nos alcanzan y nos abruman, utilizar un instrumento de intercambio generalizado, no jerarquizado de información puede ocupar todo nuestro espacio y tiempo, y esa objeción sí puede ser convincente, porque nos pone ante nuestras propias contradicciones y limitaciones.
  • El e-learning tiende a hacer saltar las costuras “institucionales”, en enseñanza reglada ni el curso necesita tener límites temporales, ni programa definido, ni profesor, si todo esto existe es porque aporta valor añadido, pero no es una imposición, si seguimos soltando tornillos del mecano, no necesitamos ni horarios, ni clases, los objetivos de cada uno son distintos… En un ámbito donde rige la distinción categórica y la inercia institucional esa característica puede desvirtuar la percepción del problema de la formación: que trata con personas a las que hay que acompañar en un viaje, es cómodo, seguro y barato hacerlo en grupo y eso requiere horarios, guías… pero eso se llama turismo, y no es lo que a Herodoto le hubiera gustado. Reconocer eso implica una percepción ética del compromiso necesario que es difícil de hacer.
  • El personal de la universidad se considera principalmente generador de conocimientos y posteriormente difusor de los mismos. Desde esa óptica el e-learning tiene demasiadas lecturas perversas simplificadoras. Un programa de e-mail, un foro y un repositorio no son muy distintos de una plataforma docente, ¿no será un intento de vendernos un carro ultimo modelo y posteriormente uncirnos a él? Y sobre todo, ¿Qué pone el profesor universitario si no es erudición? Hay una sensación de asimetría en la aportación que nos disuade de entrar en el juego.
  • Desde una perspectiva económica, el e-learning tiende a escaparse de lo que en nuestro trabajo llamamos producto, la respuesta a ¿Cómo lo protegemos?, ¿Cómo lo facturamos? ¿Cómo lo homologamos en un plan de estudios? ¿y en una asignatura? ¿Cómo lo evaluamos?, para un esquema estructurado que cuenta con respuestas a todas esas cuestiones, es bastante disuasoria ante el compromiso que implica.
  • El e-learning aporta un tinte informal a la formación, que tiñe la percepción que tenemos de cara a usarlo para nuestra formación permanente; que un profesor acuda a una universidad puntera a un proceso de reciclaje es comprensible y valorado dado que es contrastable (volverá con un título o unas publicaciones), pero que se involucre en un curso equivalente en formato e-learning sin moverse de su entorno físico es simplemente increíble y desde luego no recibe la misma valoración social, luego aunque resulte tautológico no se vende porque no lo compramos. ¿Donde está entonces el problema? En las dudas sobre la calidad del modelo (expresadas a ciegas) y sorprendentemente en uno de los principales señuelos de venta del e-learning: su capacidad de adaptarse a la disponibilidad de tiempo del sujeto le permite y condena a ser una actividad residual.


Quizá haya que comenzar con una alfabetización básica, la alfabetización en el uso de estas tecnologías, lo cual requiere el desarrollo de cuatro ámbitos o dimensiones formativas:

· Dimensión instrumental: relativa al dominio técnico o instrumental de cada tecnología. 
· Dimensión cognitiva: relativa a la adquisición de los conocimientos y habilidades específicos que permitan buscar, seleccionar, analizar, comprender y recrear la enorme cantidad de información a la que se accede a través de las nuevas tecnologías así como comunicarse con otras personas mediante los recursos digitales. 
· Dimensión actitudinal: relativa al desarrollo un conjunto de actitudes hacia la tecnología de modo que no se caiga ni en un posicionamiento tecnofóbico (es decir, que se las rechace sistemáticamente por considerarlas maléficas) ni en una actitud de aceptación acrítica y sumisa de las mismas. 
· Dimensión axiológica: relativa a la toma de conciencia de que las tecnologías de la información y comunicación no son asépticas ni neutrales desde un punto de vista social, 

De todos modos es un tema sobre el que tendremos que volver más de una vez y que aquí hemos querido abordar desde la perspectiva más práctica posible, a través de las personas responsables de su desarrollo en diversos contextos, porque, en definitiva, necesitamos un nuevo alumno, un nuevo profesor y, en resumen, una nueva didáctica y una nueva concepción educativa de la sociedad.
Los formadores de este nuevo espacio requieren de servicios de apoyo y asesoramiento y una formación específica centrada también el conocimiento de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, en la interacción con la red social en la que han de formar, en la detección de necesidades formativas y en la planificación de acciones formativas y de su propio desarrollo profesional.

Por su parte, los alumnos, en este marco, han de asumir también un cambio, puesto que la nueva situación les exigirá una mayor autonomía y flexibilidad, aparte de esa nueva alfabetización a la que hemos hecho referencia. Han de convertirse en un elemento ACTIVO de su aprendizaje, en vez de seguir siendo sujetos pacientes de la ENSEÑANZA.

La metodología de enseñanza ha de dirigirse ahora más a la toma de decisiones, a explotar las posibilidades de la Tecnología, la flexibilidad y la ubicuidad.

Las instituciones, por su parte, han de dar respuestas claras al impacto de la “información”, lo cual significa que deben flexibilizarse también, tanto en su estructura como en su organización, a la vez que deben asumir que han perdido el monopolio en la administración de los saberes.

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