sábado, 24 de septiembre de 2016

¿POR QUÉ EXISTE EL SISTEMA EDUCATIVO Y LA ESCUELA? (II) ¿CÓMO HA EVOLUCIONADO LA EXIGENCIA EDUCATIVA?

¿POR QUÉ EXISTE EL SISTEMA EDUCATIVO Y LA ESCUELA? (II)
¿CÓMO  HA EVOLUCIONADO LA EXIGENCIA EDUCATIVA?
Cuando un grupo se asienta en normas, valores y elementos culturales arraigados y poco dinámicos es fácil adjudicar al sistema educativo objetivos aceptables por el grupo y de gran vigencia para los individuos, tanto desde el punto de vista de su significación o utilidad como de su “temporalidad”. En este marco, lo que no “da” la escuela lo “da” el ambiente, por usar términos más utilizados. 
Pero cuando se rompe el consenso social, cuando se difumina o se comparte la responsabilidad del grupo sobre los individuos, cuando se admite la diversidad ideológica, cuando los elementos culturales se dinamizan ... resulta que: la incidencia socio-ambiental pierde nitidez y concreción, aparecen nuevos valores y referentes y, por lo mismo, nuevas necesidades y nuevos intereses y recae sobre el propio individuo la responsabilidad de acceder al cúmulo de saberes a transmitir, que ahora son diversos. 
Al ocurrir todo esto, está claro que la institución escolar debe asumir nuevos papeles, pues ha de tener, tanto para el marco social que la ampara como para los individuos, un nuevo significado, pero además está claro también que dicha institución no puede dar cabida a la satisfacción de todas las necesidades formativas que se generan ahora en una dialéctica individuo-medio multifacética, multidimensional e impredecible. 

Las necesidades formativas, como hemos visto, surgen y se justifican en la dialéctica individuo, cultura, sociedad y proyección de los individuos. Esos contextos (individual, cultural, social y de proyección) son, a su vez, ámbitos de “mediación”, de intervención educativa. De este modo com dejamos escrito en su momento, “la acción formativa sobre los individuos hay que entenderla como un proceso de ayuda a su propio desarrollo, a su impregnación cultual, adaptación social, asunción de valores y códigos morales y a su proyección personal y socio-laboral” (González Soto, 1996: 88) 
Este proceso de ayuda, de este modo, se ha convertido en un proceso diferenciado y especializado, a la vez que en un proceso dialéctico continuo e inacabado, global y permanente si se prefiere. Es esa dinámica de cambio y adaptación constante, a la que venimos aludiendo, que se establece en la relación individuo, cultura, sociedad y proyección, la que justifica la globalidad, continuidad y permanencia de la formación y es precisamente la especificidad de las relaciones la que genera especialidad. 
De este modo, si tuviéramos que definir la acción profesional de un formador diríamos que se trata de “un proceso de ayuda, de mediación, de intervención directa y sistemática, diferenciada, dinámica y abierta, en continua reconstrucción... y especializada, cuyo eje es la enseñanza” (González Soto, 1996: 89).  
De un modo gráfico y como resumen, tendríamos: Cuadro 2: 


Pero estábamos en que la dinámica y diversificación social y cultural provocaba una nueva conceptualización de la escuela como institución formativa y nuevas necesidades que exigían, a su vez, nuevos marcos. 

Para justificar esto que decimos Podemos acudir a un breve resumen sobre la preocupación al respecto puesta de manifiesto por diferentes organismos internacionales.

  • UNESCO: Aportaciones desde 1949
  • ONU: Aportaciones desde 1990
  • UE: Aportaciones, desde la Conferencia de Elsinor (Dinamarca) en 1971

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